“Che, dale, dame el reloj, no seas careta....”
Un día el Sr. Ruso Verea se reune con una gente y lo invitan a armar un show.
Hasta ahí, nada del otro mundo. Habíamos hecho algunas fiestas con bandas amigas.
Interesante fue cuando el Sr. Verea me comunicó que la próxima celebración sería en Olmos.
- ¿Adonde queda?
- En la cárcel, Miriam. Vamos a hacer un show en la cárcel de Olmos, para los presos .
No recuerdo bien si me sorprendí, o dudé de la salud mental del Ruso (por esos días trabajaba con Lanata en radio, en Much Music y hacía la Heavy.. había noches que se tiraba un colchón en el estudio y dormía ahí, porque la Heavy terminaba a las 3 y Lanata empezaba a las 7!). Ya teníamos una relación larga, así que sabía que cuando decía "vamos a" es porque ya estaba tramado, abrochado, y cerrado.
La función de los productores es justamente producir. Y ante los hechos consumados procurar teléfono, agenda y trabajar.
Nos juntamos en una estación de servicio por la 9 de julio. Serían las 6 de la mañana: buena parte de los amigos y participantes habíamos ido al bunker de Carlos Calvo y Entre Ríos (la casa donde vivíamos Claudia y yo, los miembros femeninos de la Heavy) por una cuestión de cercanía. Partimos al encuentro de los micros y era como si nos hubieran contratado para una película de zombies: camperas de cuero negro con cierres, jeans, borregos, anteojos negros. Muy dormidos.
Yo tenía la lista que prohibía: prohibido ingresar con grabadores personales, prohibido ingresar sin documentos, prohibido ingresar alcohol, en lo posible había que ir con lo puesto (nos iban a prestar un cuarto donde dejar pertenencias personales, pero no garantizaban que estuvieran cuando nos retiráramos), prohibido llevar “ropa provocativa” (ja!), etc.
De los que me acuerdo estaban los niños terribles de Madhouse (Gustavo Olmedo y Miguelito Mora, con sus grabadores escondidos), los del Sí de Clarín (con Fernando García a la cabeza, hundido en el último asiento sin hablar con nadie), los del No de P/12 (con el sr. Periodista Fernando D´Addario, muy acompañador de post-recitales), toda la Heavy completa, parte de Madhouse (César Fuentes Rodríguez, Frank Blumetti , Andrés Violante, Resakka), Conrado Gaiger y Ezequiel Abalos (de Rock de Acá), algunos productores de Rock & Pop (compañeros de otros programas), la crew Taranto, el equipo de filmación de Gustavo Mosquera (venía de filmar "Lo que Vendrá", con Charly García y Hugo Soto) y todo un grupo de músico y asistentes.
El cartel de Radio Olmos indicaba que los señores privados de su libertad verían a Lethal, A.N.I.M.A.L., Attaque 77, Los Violadores, Hermética, Massacre y directamente arribados del Reino Unido, los UK Subs (Una de las bandas favoritas del Ruso, Uno de los pocos que los conocía, por cierto).
Nosotros fuimos en el micro de prensa y con nosotros viajaban los técnicos y plomos.
Un par de saludos en la estación de servicio con los músicos, algún mínimo comentario, subir al micro y a acomodarse para dormir. En eso estábamos cuando el micro se negó a continuar rodando. Y eso sí que era una road movie filmada por Wenders con la cinta que le sobró de París Texas: en algún costado de alguna ruta argentina, un montón de gente puro cuero, puro jean, puro borcego, mucha ojera, poco sueño, se enfrentaba al sol y la incertidumbre: ¿el micro volvería a arrancar?.
Los músicos iban a tocar estuviéramos nosotros o no, eso estaba claro. Radio Olmos demandó un montón de meses de pre-producción, y Alejandro Taranto (productor general) hasta tuvo que reunirse con el director de la penitenciaría y las autoridades de seguridad de la provincia de Buenos Aires.
Imaginen esto: a muchos presos ni siquiera querían verlos los familiares, ¿cuál era el interés de un montón de bandas, un programa de radio, varios diarios y revistas, en hacer un recital?. Por cierto se planeaba filmar el evento para hacer una película, y grabarlo para sacar un disco. Pero por nuestro lado estábamos seguros de que cierta música no tenía tanta entrada en la gente y un show así era una buena oportunidad de difundirla.
También estábamos un poco locos, claro...
Estuvimos al costado de la ruta como una hora. Gabriela Díaz, camarita al hombro, retrataba todo lo que pasaba. Que no era mucho, por cierto. Era agosto, pleno invierno, y el sol rajaba rayos fulminantes. Las camperas de cuero con cierres se llenaban de polvo por el piso y nosotros maldecíamos tamaño sol en esa época.
Teníamos sueño. No sabíamos si ibamos a salir de ahí. ¡Joder! ¿¿¿Era necesario???.
Cuando el micro se recompuso (no me pregunten si porque vino algún mecánico o porque los choferes lo habian arreglado, yo estaba dormida en serio) subimos todos a nuestros puestos y comenzaron las bromas de mal gusto: ¿había venido algún mufa encubierto? ¿Alguno de nosotros era mufa y no quería decirlo?. Un par intentaron ligar el accidente a mi persona: yo estaba a cargo de la lista de personas acreditadas (entiendan esto: hablamos de A77aque, Hermética, Massacre y UK Subs tocando en Olmos!). ¿Le había negado el acceso a alguién con poderes sobrenaturales? (En mi descargo alego que después de hacerle entender a todos que no podía haber más personal acreditado al show que presos, me quedé afónica!. La lista de seres que deseaban asistir al evento en un momento rozaba los 500 y teníamos menos de 100 pases). Terminada la pavada seguimos durmiendo lo que pudimos y llegamos a destino.
Hacía calor ese día: mucho sol, y nosotros tan poco acostumbrados a la mañana. Cuando cruzamos la primera puerta de Olmos y los barrotes a nuestra espalda hicieron “crick, crick, crick” y las puertas oxidadas, de barrotes sin aceite, rechinantes, se cerraron, a mí me corrió un frío como no volví a sentir en mi vida.
Bienvenida a Olmos, Miriam Maidana.
"Seria para la foto", la mirada fija, "no se mueva", “click”, credencial, “no se desprenda de ella”, "adelante", "bienvenida…"
Yo la credencial la guardé en el bolsillo.
Olmos es una cárcel de hombres.
Olmos es una cárcel.
¡Olmos es horrible!
Brevemente les cuento: en Psicología una de las materias es Criminología. El titular cuando yo la cursé era Raul Eugenio Zaffaroni, uno de los penalistas más reconocidos del mundo , defensor de los derechos civiles, actualmente juez de la Suprema Corte de Justicia. Mi cursada fue increíble, sobre todo por el tema de la puja entre “saber” y “poder”. Foucault, a pleno, Massimo Pavarini, Asamblea por los Derechos Humanos, justicieros (Bairoletto, Mate Cosido), drogas, etc. Entrar a Olmos fue como ver a Foucault empalado con sus teorías en la plaza pública y los Derechos Civiles y Humanos quemados en la hoguera.
Lo que recuerdo es la diferencia de trato para con nosotros: éramos de la prensa.
“Por favor”, “Necesitan algo?”, “Acompáñeme, si es tan amable....”. Y allí fuimos, porque nos ofertaron una visita guiada por los pabellones. Allí fuímos algunos, entre ellos yo con mi amiguito en esas locuras: el sr. Resakka, master fotógrafo de Madhouse, un tipo increíble con quién compartimos Nuevo Rock Argentino, Olmos y un montón de eventos. Y aquí voy a contarles las sensaciones: la nariz tapada por los olores, las frazadas intentando dividir un ambiente del otro, los “poronga” (presos viejos que han tomado control del pabellón por historia y trayectoria) en pijamas y zuecos, las “mujercitas” (pibes en general caídos por causas asociadas con el consumo de drogas, que en la cárcel la pasan muy mal porque no son respetados y terminan siendo “mujer” de algún pesado), ropa tirada por todos lados, fotos de vedettes de quinta categoría medio en pelotas tapando la humedad y las paredes descascaradas, el frío filtrándose, la mugre, el olor a encierro, las ollas negras cocinando el rancho (almuerzo compartido entre presos de una misma ranchada, aportado por los familiares. La comida de la cárcel la comen los gatos y vomitan), el mate, las rejas, el sol apenas por hilitos y otra vez las frazadas tratando de marcar un momento de intimidad aunque más no sea para cambiarse un par de medias.
Capaz entiendan, entonces, porque nunca olvidé lo que sentí en mi visita guiada por los pabellones de presos comunes de la cárcel de Olmos. Ahora lo escribo, y todavía me invaden los olores.
El show era en el patio, y a él solo podían asistir los presos que tenían buena conducta. Otro espectáculo inolvidable: un montón de manos y pies colgando de las rejas, a los gritos, denunciando y tirando papelitos para que pasemos sus mensajes.
Nosotros almorzamos en un comedor largo, y algunos músicos clamaban por cerveza. No fue posible: gaseosas para todos. Comimos rico. Eramos visitantes ilustres de las cloacas. Eramos los que a la noche y mañana hablaríamos del evento.
El prefecto, un rato antes, había sido claro: “Acá el que se porta bien tiene su premio, y él que no la pasa mal...”
Con el escenario armado, el Ruso subió y dio por comenzado el show:
Radio Olmos! Heavy, punk, rock´n´roll....Aguante!!!!
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