Aunque me pasé todos los setenta borracho, lo que mas deseaba en el mundo era sacarme el permiso de conducir. Y joder si lo intenté. Me presenté al examen mas veces de las que soy capaz de recordar mientras viví en Bulrush Cottage... y suspendí cada vez. El examen me intimidaba. Tras los dos primeros intentos empecé a pasar antes por el Hand & Cleaver (un pub) para calmarme los nervios, pero lo mas normal era que estuviese borracho cuando me subía al coche con el examinador y que condujese como el culo. Entonces pensé que quizá fuese culpa del coche, con lo que llame a la oficina de Patrick Meehan y pedí un Range Rover para sustituir el Mercedes. Cuando no funcionó, pedí un Jaguar. Pero era un doce cilindros y cada vez que pisaba el acelerador me despertaba en los arbustos. Llegué a hacer el examen con un Rolls. No me sirvió de nada.
Al final fui a ver al médico y le pedí pastillas que me calmaran. Me hizo una receta para un sedante. En la caja ponía: "NO MEZCLAR CON ALCOHOL", lo cual para mi tuvo el mismo efecto que la tela roja frente a un toro. Aun así, conseguí moderarme y beber solo tres o cuatro pintas aquel día. Por desgracia eso hizo que fume el doble de hachís afgano. Lo bueno fue que cuando me subí al coche con el examinador no me sentí intimidado en absoluto. Lo malo fue que cuando me paré en el primer semáforo me quedé dormido.
Después de aquello desistí de hacer el examen, pero seguí conduciendo. Cada vez que llevaba a alguien el pasajero me preguntaba: "¿Pero ya sacaste el permiso?". Y yo respondía: "Claro, por supuesto".
Y no era del todo falso.
Tenia un permiso... para el televisor.
Aun así, no quise abusar de mi suerte y empecé a buscar otras posibilidades de transporte.
Así es como acabé siendo dueño de un caballo.
Por lo general no me llevo bien con los caballos: no tienen frenos y si cerebros propios. Pero estaba harto de acercarme al bar manejando una cortadora de césped, así que fui a ver a un tratante y le dije:
- ¿Me puedes conseguir un caballo que sea un poco vago?
Un par de días mas tarde apareció una chica por casa con un capón (un macho al que le habían cortado los huevos) de un blanco radiante llamado Turpin.
- Es de lo mas tranquilo -me explicó-. No le dará ningún problema. Lo único que no le gusta son los silbidos y los pitidos fuertes, cosas como los frenos de un camión. Pero sera raro que oiga algo parecido por aquí.
-Oh, no -dije riendo-. Aquí en Ranton es todo muy tranquilo.
Llame a la oficina de Patrick Meehan para que le pagasen al tratante y fui el orgulloso propietario de un caballo holgazán. Lo lleve a la granja que había en mi misma calle, porque tenían un corralito y alguien dispuesto a darle de comer y limpiar su establo.
Por supuesto, a partir del momento en que compré a Turpin me creí el puto John Wayne. Empecé a cabalgar con el por todo Butt Lane, con un sombrero de vaquero y una camisa de cuero que había comprado en Los Ángeles, cantando la canción de Rawhide. Después de un par de días empece a sentirme cómodo sobre la silla, de modo que una tarde decidí que lo llevaría hasta el Hand & Cleaver para enseñárselo a la gente del pueblo y quizá para echar un traguito rápido. Y salí cabalgando Butt Lane abajo, tacatá, tacatá. Aquel verano, el Hand & Clevaer había montado fuera unas cuantas mesas de picnic, y yo estaba seguro de que tendría público. Y tenia ganas de ver como todos se quedaban boquiabiertos al verme llegar.
Seguí cabalgando, tacatá, tacatá.
Dos minutos mas tarde había llegado.
Y efectivamente, había un montón de gente sentada fuera con sus pintas y sus bolsas de cortezas de cerdo, y cuando vieron llegar aquel caballo blanco se deshicieron en ooohs y aaahs. Tiré de las riendas de Turpin para que parase e intente desmontar. Pero justo cuando estaba a punto de pasar la pierna por encima de la silla, el camión del lechero giró en la esquina. Al principio no le presté atención pero luego me vino a la cabeza: "Espero que no de un frenaz...".
TTSSSSSHHHHHHHHH, hizo el camion.
En cuanto el camión activo los frenos, Turpin acható las orejas y salió disparado como el puto ganador del Grand National. Primero enfiló hacia el camión, conmigo agarrado como buenamente podía a la silla, con solo un pie en el estribo y el sombrero colgado del cuello por la correa. Luego se dio cuenta de que iba en la dirección equivocada, dio la vuelta y echó a galopar hacia la granja. Paso junto al Hand & Cleaver a tal velocidad que las caras de la gente no eran mas que un borrón. Yo, mientras, iba gritando con toda la fuerza de mis pulmones:
-¡PAAAAAAARAAAAA! ¡HIJO DE PUTA, PARAAAAAAAA!
Y eso exactamente fue lo que hizo en cuanto llego a su corralito: paró en seco y me lanzó por los aires por encima de su cabeza y de la verja.
Aterricé en bosta de vaca.
Después de aquello, Turpin tuvo un nuevo propietario.
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* Este texto fue publicado en I am Ozzy, la excelente biografía del Sr. Ozzy Osbourne.
1 comentario:
Gracias por generar la carcajada diaria!
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